¿Quiénes somos?

Vengo de una familia de médicos acostumbrados a la lectura, el estudio, las pláticas trascendentales, al deporte y a una gran dosis de disciplina. Aunque por las tardes asistía a los entrenamientos del equipo de futbol y voleyball, jamás me perdía cuanta película de Jean Claude Van Damme, Bruce Lee o Chuck Norris transmitían en la tele, me parecían verdaderamente increíbles.  

Apenas con ocho años mi padre – cardiólogo, exfutbolista, boxeador y karateca – me mandó a mi clase de prueba de taekwondo, yo estaba fascinada, era como un sueño, parecía exactamente como en las películas ¡todos con sus cintas de colores y sus uniformes blancos! Esto es lo que quiero hacer, le dije muy segura a mi papá al regresar de clase. 

En ese entonces, el taekwondo no era un deporte olímpico, y por tanto era desconocido sobre todo en provincia, de hecho la gente se refería a él como karate coreano. Mi profesor era tercer dan con una técnica muy bien trabajada, escuchaba el dobok sonar con cada patada y cada defensa, sus clases eran de excelente calidad pero también muy duras, en los siete años que entrené en su dojang solo nos graduamos tres de cintas negras, todos con mención honorífica y también como ligas humanas (sí, ¡ouch!).

Salvo los cuatro años que tuve que suspender mi entrenamiento mientras estaba en la facultad del ITAM estudiando finanzas – pues las becas exigen un buen promedio – no he parado de entrenar y seguir aprendiendo.